TVE PENALIZA EL PENSAR
1 /saber) 2 (pensar) 3 (intuición),responda otra vez: Una fórmula para el éxito

Revista "OZONO". Dossier TV: 1-2-3, Prohibido Pensa

Con exquisita puntualidad el programa-concurso 1-2-3, sobre el cual se vuelca todo el “buen hacer profesional” del medio, y también buena parte de los españoles, acude cada viernes por la noche a la cita con un público que asistirá a un espectáculo que se le antoja “gratificante”, no tanto por la puesta a punto de unos planteamientos similares (que sí hay) a otros programas-concurso que en su día gozaron de amplia aceptación (“Un millón para el mejor” sería un buen ejemplo), sino por lo que el programa supone de transgresión “audaz”, precisamente, de unos esquemas en otro tiempo ampliamente aceptados pero que hoy, por arcaicos, son irrecuperables.

Sin duda es uno de los programas más populares de los que actualmente están en pantalla, no en vano su mismo título (1-2-3, responda otra vez) apela directamente, e inquisitivamente, a todos y a cada uno de los telespectadores inquiriéndole a entrar en el juego (participar) como un concursante más del mismo. El amplio reconocimiento de que goza se debe, pues, tanto a la maquinaria puesta en marcha por tve bajo el prestigio de Ibáñez Serrador (generosos presupuestos, alto nivel de profesionalismo, etc.) como a la “hábil” estructura del mismo.

Resulta altamente instructivo para una aguda apreciación de todo el hacer de tve detenerse a precisar cómo los diferentes programas-concurso, pretendiendo un determinado estatus (de popular, de culto, etc.), se presentan al público revestidos de lo que se quiere hacer creer que son sus características intrínsecas, las cuales justificarán la incorporación, en su traslación visual a tv, de toda una serie de poses, hábitos y comportamientos extremos “congelados” (estereotipos, etc.) previamente interiorizados y asumidos por gran parte de la sociedad (como sería: sobrio = serio = trascendente. Por contraposición: exuberante = frívolo = intranscendente), de forma tal que lo instructivo/serio/trascendente “parezca” rivalizar con lo entretenido/frívolo/intranscendente en la medida en que los diferentes programas-concurso sean del gusto de un público minoritario (culto, intelectual) , o sea del agrado en mayor medida de un público desculturalizado (popular). Ahora bien, aunque parecen ofrecer al espectador diferentes formas de entretenimiento, así como afirmar valores contradictorios, en realidad los diferentes paradigmas adoptados -en función de un público predeterminado- se complementan en el sentido de que esta oposición o contradicción (falsa) entre diferentes programas legitimiza  y da validez (en y por la tv) a una jerarquía de valores, universalizados, que conformarán todos nuestros criterios valorativos. Es decir, la validez de determinados programas-concurso como instructivo, etc. viene determinada sobre todo por los estereotipos incorporados de lo serio, lo trascendente, lo instructivo, en tanto en cuanto que lo intranscendente, lo frívolo, etc. se reviste, asimismo, de los que lo son “propios”, tanto más opuestos cuanto más se quiera matizar, en un sentido u otro, el carácter de éstos bien en la línea de lo sobrio o de lo frívolo. (Los noticiarios, por ejemplo serán tanto más tele-creíbles cuanto más despojados estén de las características propias de los programas típicamente frívolo, o viceversa.)

Digamos que el ritual de 1-2-3 el el propio de un programa que pretende entretener, divertir y, en última instancia, educar (promocionando “el saber”) a los españoles. Pero es precisamente el factor educativo el determinante dentro de la estructura del programa, si bien  ello parece un contrasentido. Las primeras imágenes (de crédito) de unas calabazas entonando la sintonía del programa, la presencia de los grotescos árbitros/jueces, las imprevistas intervenciones de cómicos de turno, etc. son algunos de los elementos de que se reviste este ritual; ritual que no tiene otra finalidad sino la de situar al espectador en la órbita “correcta”: la de lo frívolo y entretenido. El espectador, adecuadamente sintonizado, no esperará -ni por supuesto buscará- extraer del mismo ningún contenido/mensaje serio (=sobrio) y se dispone a disfrutarlo (y el disfrute es la razón de que lo vea, llevado por las expectativas creadas en este sentido) tal y como le llega. Este vaciado de “seriedad” favorece la anulación de la capacidad crítica del espectador no-prevenido.

A efectos de brevedad limitaré este trabajo a algunos aspectos de la primera fase del programa (pregunta/respuesta), siguiendo el paradigma que el mismo título sugiere: 1 (el saber)

El saber (1)

Los esquemas culturales en los que se mueve el programa no son, por supuesto, en nada diferentes de aquellos que subyacen a TV, cuyo objetivo fundamental es -en esta fase del programa- proporcionar la ocasión de representar simbólicamente la forma de entender el conocimiento de la ideología dominante.

No cabe duda de que el sistema educacional vigente adquiere su máxima significación en la potenciación de unos modelos de comportamiento que tienden a convertir al individuo en algo así como un hombre-respuesta-a-punto. En una socidad que participa de tales sistemas educacionales, evidentemente la respuesta correcta compensa… y compensa tanto por lo que tiene de simplificación, como por la recompensa y reconocimiento que en todos los órdenes comporta. Podemos concluir, pues, que el desarrollo del individuo en la sociedad depende directamente del número de respuestas “correctas” que cada uno sea capaz de colocar… u ofrendar al éxito.

La imagen que domina toda esta fase del programa es la de una pareja aislada, “cumpliendo bien o mal”, de la que se alternan primeros planos (de él y de ella) con planos medios cortos (de ambos). La imagen del reloj en sobreimpresión sobre sus rostros acentúa la identificación respuesta/tiempo, cuya fórmula sería

Competencia intelectual = Núm. Respuestas acertada

                                                           Tiempo

(mayor competencia intelectual a mayor número de respuestas acertadas en el mismo espacio de tiempo). Competencia que, además, está vinculada directamente a sumas de dinero (…tantas respuestas acertadas, a 25 pts. cada una, son …Pts. Aplausos).

Evidentemente se penaliza el fallo, pero puesto que la mayor presión le viene al concursante del factor “tiempo”, detenerse a PENSAR resulta anacrónico, ridículo e ineficaz. La legitimidad de esta forma de entender el conocimiento deriva y está en la base de un sistema educacional que lo promueve y lo anima (lo demuestra el hecho de que sus mismas autoridades aplaudan iniciativas de este género en TV, entre los colegios, llevados tanto del afán de estimular el aprendizaje, como de promoción de sus propias instituciones escolares) con la finalidad de conformar al individuo/espectador de acuerdo a principios tales como:

A) A cualquier pregunta concreta siempre la corresponderá una respuesta concreta.

B) La memoria es la forma de realización intelectual más elevada.

En el orden estrictamente de lo cómico/ritual, la presencia de esos jueces ridículos y grotescos determina el tono (informal, frívolo, etc.) del programa y con ello también la actitud sicológica de los espectadores frente al mismo. De sumergirnos en la trama de connotaciones y asociaciones a que “Don Cicuta y Cía” nos conducen percibiremos que su presencia en la pantalla sirve para:

A). Que el espectador identifique automáticamente el programa; es decir que las expectativas de entretenimiento creadas visualmente en éste se ajusten a sus mimos esquemas (estereotipados y deformados a través de tv y otros medios) de lo “divertido”, y por lo tanto adopte instintivamente una postura de “relajo” intelectual ante el televisor.

B). Dar un cierto tono o carácter de “irreverente” al programa, pretendiendo veladamente, a fin de apelar a un mayor número de público, una ridiculización de las élites culturales. Élites que, en todo caso, nada tienen que ver con aquellas a las que se nos ha educado para “respetar y admirar”.

C). Que la “afectividad” del espectador se canalice a través de Kiko y pueda así quedar en libertad de orquestar en todo momento las respuestas y conductas de los espectadores, al asumir (Kiko) la protección de los “desarmados” concursantes/espectadores frente a la agresión de los “por la parte negativa…” A partir de aquí el espectador seguirá el programa de la mano del presentador (hombre-respuesta-a-punto) y tenderá a reconocer, interpretar e imitar su comportamiento y respuestas -emocionales, físicas, etc.- para ajustar las suyas propias a este modelo. (El simple gesto de Kiko insinuando un ohhhh es seguido y coreado automáticamente por miles y miles de personas, lo cual prueba no sólo esta necesidad de identificación -mimética- espectador/presentador sino también el gran dominio que éste ejerce sobre los espectadores, al tiempo que: a) reafirma la autoridad del presentador como conductor/manipulador de emociones; b) demuestra que en ningún momento se le escapa el control del programa y de los espectadores; c) hace converger -evitando la posible dispersión-  a todos los espectadores en la misma órbita: emocional, sicológica, etc. Tanto la señora que lava los platos de espaldas al televisor, como el hombre absorto en la lectura del periódico, por ejemplo, serán incapaces de sobreponerse al impulso de atender a aquello que ha provocado tal reacción en el público de la sala, el cual, evidentemente, es utilizado como caja de resonancia.

Lo cómico no es el único elemento de enajenación del programa. El erotismo también juega un papel importante como elemento de atracción y alienación. La identificación éxito/belleza encuentra aquí su expresión más genuina al enfrentar al espectador con la imagen del super-hombre/macho capitalizando la “belleza” (Kiko rodeado de bellas colaboradoras), de lo cual extraerá la enseñanza de que sus posibilidades de acceder/poseer la belleza aumentarán en la medida en que su éxito sea mayor. (Las simpatías que unos y otros muestran ante un determinado concursante está en relación directa a las respuestas acertadas por éste.)

La presencia de mujeres acompañando a hombres (no de hombres acompañando a mujeres) rivalizando en inteligencia con éstos no ha de interpretarse como un signo de emancipación de la mujer sino, por el contrario, de sumisión al papel de elemento revalorizador de la imagen del hombre en la sociedad. Presencia que, además, establece y fija en el plano del concurso la distancia/diferencia entre la imagen de la mujer-símbolo (secretarias de programa) y la de la mujer-que-acompaña-a-uno (mujer-concursante), las cuales se ofrecen al espectador como únicas elecciones a fin de facilitarle -limitando al mínimo las opciones (dos: imagen y contraimagen)- la identificación, a nivel de su propia realidad doméstica, de la mujer-concursante como mujer-que-acompaña-a-uno, que es simple, accesible, cotidiana, frente a la inaccesibilidad revestida de magnetismo erótico de la mujer-símbolo, motivadora de frustraciones e impotencias para aquellos que no alcanzan determinados niveles de Belleza (léase Realización individual).

Inteligentemente la TV se apunta el tanto del verismo, del rigor documental, al proporcionar al espectador la ocasión de verificar por sí mismo hasta qué punto la imagen emitida se ajusta a la suya propia. Rigor que, no obstante, sólo alcanza al concursante y que, para éste, se traduce en imágenes extremadamente crudas y analíticas (puntos de vista fijos, primeros planos de larga duración, pobreza de decorados, etc.) sometiendo al concursante, intencionadamente, a una gran tensión que se manifiesta en titubeos, pérdida de aplomo, sudores, etc. (¿Quién no ha pasado por la experiencia -sin ir más lejos- del “especialista” abandonando al “novato” para confrontar y definir, en momentos críticos, el dominio que éste ejerce en su “territorio/puesto de trabajo conquistado”?). No obstante, aunque se pretende hacer creer que la selección de imágenes obedece a un criterio estrictamente funcional (una razón funcional sería que un rostro que está apareciendo semanalmente en pantalla no tiene sentido mostrarlo como si apareciese por primera vez [¿]), lo cierto es que la misma dinámica laboral implica que los elementos estables del programa (secretarias de programa, Kiko, etc.) reciban de las cámaras un tratamiento de pretensiones sino artísticas si, al menos, de trabajo-bien-hecho: bellos encuadres, perspectivas suaves, predominancia de planos generales, fondos agradables, etc.

Inevitablemente este tratamiento de la imagen televisiva viene condicionado por el ordenamiento laboral típicamente capitalista de TVE que, impregnado de ética profesional de “especialista”, presenta como  ATRIBUTOS determinados hábitos adquiridos (autocontrol, dominio de la situación, respuesta inmediata a cualquier imprevisto, etc.), mostrando la ausencia de dominio, de respuesta, etc. (de los concursantes) como una CARENCIA. Carencia que, de hecho, se manifiesta a través de otros órdenes laborales -aparentemente triviales- como es el maquillaje. Es decir, en el ejercicio laboral cotidiano se adoptan criterios estéticos (de embellecimiento, etc.) cuando éste se aplica a presentadores, secretarias de programa, etc., por ejemplo, en tanto que se adoptan criterios estrictamente funcionales/técnicos (evitar los reflejos molestos del rostro) a la hora de aplicarlo sobre los concursantes.

Julián Álvarez García. Barcelona, 21 de octubre 1977.

 
 
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