ZAPATOLOGÍA [Enfermedad de Zapatero]

Jose Luís Rodríguez ZAPATERO,o la versión postmoderna de Guzmán "El Bueno"

Julián &Aacu

“Si no estás a gusto en León, por ahí se va a la estación”. Este dicho popular pone en boca del histórico personaje Guzmán el Bueno la idiosincrasia del leonés regio y asimismo postmoderno…

La Diputación de León acordó en febrero de 1898 crear un monumento a la figura ilustre del leonés Alonso Pérez de Guzmán, apodado el “Bueno” por el rey Sancho IV el Bravo: “Es justo que el que fue bondad, tenga el nombre de bueno”. Guzmán, héroe de la defensa de Tarifa (1294), asediada por los moros al mando de D. Juan el Malo, le ofreció la vida de su hijo secuestrado a cambio de su rendición. Guzmán le contestó que “Los buenos caballeros ni compran ni venden la victoria”, y les arrojó la daga para que ejecutasen a su propio hijo.

Falsa o cierta la leyenda, el monumento a Guzman el Bueno está representado con el brazo extendido en posición de arrojar el puñal al enemigo, orientado en dirección a Tarifa y asimismo a la estación de RENFE, de ahí el dicho popular “si no estás a gusto en León, por ahí se va a la estación”. El viajero que llega a la ciudad lo primero que se encuentra al traspasar el puente de los leones es la plaza de Guzmán el Bueno y en el centro de la misma la estátua que le da nombre. Para los que están a disgusto en León (son muchos los leoneses emigrados), como para los recién llegados, la invitación a irse por donde han llegado además de simbólica metáfora, responde a la idiosincrasia leonesa que ahora se canaliza políticamente a través de la reivindicación del Reino de León.

Guzmán El Bueno en León, el brazo extendido señalando Tarifa, en línea con la estación de Renfe, y el puñal a punto de ser arrojado al enemigo

Sin ser leonés (es vallisoletano) José Luís Rodriguez Zapatero participa de ese espíritu que simboliza Guzmán el Bueno (“los buenos caballeros ni compran ni venden la victoria”).  Zapatero, con su gesto de renunciar a la reelección, pero sobre todo con su quijotesco arremeter a contracorriente de la izquierda oficial, y de su propio ideario político, asume el papel de víctima propiciatoria pero sin renunciar a su papel heroico de poner un punto y aparte histórico en la democracia española.

Felipe, en su día, Aznar después, y Zapatero ahora, han concluido sus mandatos con el índice de popularidad por los suelos. De eso se encarga la oposición de turno. Pero lo realmente relevante desde el punto de vista sociológico es la unanimidad con la que el país ha vituperado y renegado (a excepción -supongo- de los propios militantes) de quien despertó en su día un gran entusiasmo por enfrentarse abiertamente y en solitario al Zumosol-Bush de la guerra de Irak. Ningún presidente español ha sido tan desautorizado, desacreditado, y menos defendido, desde dentro y fuera del país que Zapatero en su segundo mandato. Tal insana unanimidad, o “zapatotología” debería ser diagnosticada de urgencia como enfermedad colectiva. Algo anda mal cuando todos los odios, iras y frustraciones, individuales y colectivas, se focalizan en un único individuo. Y peor aún cuando son los medios los propagadores “virales” de tal “enfermedad”. Zapatero es el síntoma, pero el que está enfermo es la sociedad española en su conjunto.

Al igual que Guzmán el Bueno asumió la tragedia de renunciar al hijo antes que rendir la plaza, Zapatero ha optado por inmolarse políticamente en supuesto beneficio de la sociedad que le ha vapuleado como un pin-pan-pun de feria. Si bien el gesto “heroico” es hoy por hoy en sí mismo anacrónico, sin embargo se echa en falta gestos públicos individuales de generosidad que vayan más allá del prosaico y mezquino interés ya sea particular, de grupo, o partido. Sin ser votante del  pesoe, aprecio particularmente el estoicismo con el que Zapatero ha sobrellevado y asume el vía crucis de tanta unánime desafección, y me horroriza la  virulencia enfermiza con la que se le ataca. La “zapatología” ha precipitado una positiva y sin duda regeneradora catarsis nacional que habremos de agradecerle cuando el péndulo de la historia regrese a su natural equilibrio. Desafecto y rechazo que, antes o después, se traducirá en empatía compensatoria y público reconocimiento. Yo, por mi parte, le agradezco que de “sopetón” nos haya quitado la venda… de un bienestar ficticio a golpe de crédito hipotecario.

El gesto -fabulado- de Guzmán El bueno (o la rendición o tu hijo, disyuntiva aberrante en sí misma), como la “traición de Zapatero”, expresan la humana tragedia del regio leonés y el postmoderno hijo ilustre de León, unidos ambos por 800 años de historia y un mismo deseo de trascenderla.

Ps. Desde hace unas semanas la estación de RENFE ya no está en línea con el brazo empuñado  de Guzmán el Bueno. Con la llegada próximamente del AVE a León, y las autopistas que la circundan, llega también la postmodernidad y, con ella, el sinsentido del dicho popular “si no estás a gusto en León, por ahí se va a la estación”.   

Julián Alvarez García (Barcelona, 5/4/2011)

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